martes, 31 de enero de 2012

El movil



Querubín quiere un móvil. No es que no tenga ya uno, pero no es lo suficientemente moderno, ni lo suficientemente caro, ni lo suficientemente díficil de manejar, ni lo suficientemente de marca de moda para poder presumir de el. Mi niño insiste día a día en que su móvil es un mierda y nosotros, sus queridos progenitores insistimos día a día en que bastante tiene con ese móvil para lo que lo usa.

La relación de mi criatura con este aparato es de amor y odio. No lo utiliza para los fines convencionales que es llamar y ser llamado (si intentas localizar a Querubín siempre te saldrá una voz que diga: "el teléfono marcado está apagado o fuera de cobertura"), pero si para escuchar música (a pesar de tener un mp3), para sacar fotos (a pesar de tener una cámara) o para jugar (a pesar de tener una psp). Sin embargo esta relación con su móvil no está basada en la fidelidad y la constancia. Hay temporadas, largas temporadas en que mi niño pierde el móvil (vamos, que queda enterrado entre la montaña de cosas desordenadas de su cuarto, en algún bolsillo de algún pantalón que ha acabado arrugado y sucio en algún cajón,...). Esta semana pasada ha sido una de ellas.

El domingo a la noche buscando un mando de la wii, encontró el móvil (el mando de la wii aparecerá en otra ocasión) y como llevaba una larga temporada desaparecido...no recordaba el pin.

Yo me había metido ya en la cama y oía un pitido cada dos minutos indicando que mi ángel no conseguía meter el pin correcto. Cuando ya estábamos mi ulcera y yo preparadas para levantarnos y hacer que Querubín se comiese el telefónico, él vino feliz y contento y con el teléfono en marcha.

"Mira, mira -me dijo con una sonrisa de oreja a oreja-, he conseguido encenderlo. No me acordaba del pin, pero de repente me ha pedido el puck y pensando he decidido que seguro que si usaba los números que forman los ángulos de un cuadrado funcionaba y ha funcionado. ¡¡Soy un superdotado!!"

Supongo que Ustedes estarán intentando descifrar lo que mi querido Querubín me quiso decir. Les voy a dar un consejo: no lo intenten, no merece la pena intentar pensar como un adolescente. Yo no lo hice, simplemente le di un beso y no quise preguntar donde tenía el cargador del móvil.

lunes, 30 de enero de 2012

El teléfono



Un día a la semana mi Querubín entra a clase a las 8 en lugar de a las nueve, y por lo tanto, se "despierta" mucho más dormido de lo habitual. La semana pasada se levantó (que no despertó), se vistió, desayunó y se marchó a clase.

Al cabo de diez minutos sonó el portero automático. Era su amigo (con el que va a clase todos los días), preguntando si bajaba Querubín. "Ha marchado hace un rato, se habrá despistado", le contesté yo y mientras tanto pensé "¡¡Este hijo mio es un desastre!". Pasaron cinco minutos y yo también me marché a trabajar.

Pero... camino al trabajo recordé "el sucedido" y mi imaginación - que tiene la mala costumbre de hacer lo que le viene en gana- decidió comenzar a trabajar. Les cuento la historia que fui desarrollando en los escasos diez minutos que tengo de casa al trabajo:

"Querubín ha bajado en el ascensor, le han parado en uno de los pisos y un hombre se ha montado con él y le ha obligado, navaja en mano, a ir al garaje donde le ha metido en un coche con la clara intención de secuestrarle (al estilo de los secuestros-express mejicanos),  y yo,  mientras tanto,  he dado por hecho que mi niño es un desastre despistado y que simplemente se había olvidado de esperar a su amigo y se había ido sólo al cole. En este momento de la historia la parte racional de mi imaginación se preguntaba para que iban a secuestrar a nuestro niño, pero enseguida encontré la explicación...Unos pisos más abajo, seguro, vive algún político influyente al que quieren extorsionar secuestrando a su hijo que, casualmente, es igualito a mi Querubín. En esta parte de la historia es cuando vendría como el secuestrador quiere llamar a nuestra casa para pedir el rescate y le pregunta el teléfono a mi niño...".

Mi imaginación quedo inmediatamente relegada y de un empujón dio un paso adelante la madre de todos los días que pensó: ¿sabe mi Querubín el teléfono de casa -por si un secuestrador equivocado se lo pide para pedir un rescate-?

Conclusión de este maternal sucedido mañanero: Según llegué a casa por la tarde Querubín (que simplemente se había olvidado de su amigo y había ido en estado catatonico al cole) y Querubincito (que pasaba por allí) sufrieron un interrogatorio para ver si se sabían el teléfono (el de casa y el móvil, por si acaso).

Moraleja para otras madres y padres de familia: A la famosa frase de nuestras abuelas recordándonos la necesidad de llevar ropa interior y calcetines limpios "por si nos pasaba algo y teníamos que ir al hospital", podemos añadir en esta época de sobresaltos la necesidad de saberse el teléfono por si nos secuestran a las criaturas.

lunes, 23 de enero de 2012

Querubincito y la familia

Hoy me van a permitir que hable de Querubincito (aunque aún no sea adolescente).

A finales del pasado año nos comunicaron desde el colegio de la criatura que había ganado el primer premio de un concurso de cuentos. Yo, que soy muy comedida para estas cosas, llamé a toda la familia y escribí un correo electrónico a todas aquellas personas que conocen a mi criatura. Conclusión: aproximadamente unas doscientas personas tenían al día siguiente conocimiento del sucedido.

Pasado el día de Reyes, desde la sede del periódico que organizaba el concurso, llamaron al colegio y les preguntaron cuantas personas íbamos a ir a la entrega del premio. Empezamos a echar cuentas: Los abuelos, las tías, sus primos, nosotros (sólo los progenitores, Querubín decidió que no le apetecía ir a ver a su hermano en su momento de gloria)...9 personas (el resto de la familia y allegados no podían por motivos laborales, que sino también vienen y tenemos que flotar un autobús).

Día 19 de enero, entrega de los premios: Entramos en la recepción del periódico y la ocupamos por completo, parecíamos muchos más de 9. Otra ganadora iba acompañada únicamente por sus progenitores y su hermano y el tercero de los premiados solamente fue con su madre. Nuestra familia iba muy alegre, charlatana y con ganas de hacernos notar...una excursión en toda regla.

Nos metieron en un precioso txoko en el que habían preparado una merendola (gominolas, patatas, bocadillos de jamón, etc...) y allí les entregaron los premios (a mi niño un ordenador). Durante la solemne entrega se podía oír a su prima por detrás :"¿puedo comer ya las gominolas?, ¿puedo comer gominolas? ¿puedo...".

Una vez entregados los premios y mientras los organizadores nos daban el pertinente rato de educada conversación, los tres infantes de nuestra familia se dedicaban a dar buena cuenta de la merienda (Querubincito corría tras su primo acusándole de haber comido 9 regalices), pedían un baño donde aliviar sus necesidades y en definitiva parecían una docena de preciosas criaturas (yo no sabia muy bien si recodábamos más a una familia del sur de Italia o la de las películas de Paco Martinez Soria).

Creemos que por muy bueno que sea el cuento de nuestro Querubincito, el próximo año no van a concederle premio alguno. Su familia sale muy cara en golosinas.

Tuvimos la decencia, que somos muchos pero muy bien "educaos", de no aplaudir sólo cuando le dieron el premio a nuestro niño, sino cuando ya los tres tenían sus regalos.

martes, 17 de enero de 2012

Mi Querubín y las enfermedades (parte II)

Este fin de semana me ha tocado trabajar. Llegue a casa hacia las seis de la tarde del domingo y el panorama que me encontré era desalentador, Querubín estaba tumbado en el sofá tapado con dos mantas y sin apenas levantar la cabeza al oírme llegar. Su querido  padre estaba en el ordenador viendo una peli.
-¿Que te pasa cariño?, pregunte yo.

- Me dueleee el cueeello y la caabeza..., me dijo Querubín en un tono apesadumbrado y arrastrando las palabras.

Al acercarme a él para darle un beso, me alarme, ya que sólo con acercarme note una ráfaga de aire caliente que me envolvía. - "Este niño tiene fiebre", dije, mientras corría hacia el baño a por un termómetro.

Le mandé ponerse el termómetro y cuando sonó, me acerque preparada para llevarme un disgusto, pero no, allí marcaba 35,6º, vamos, mi Querubín no tenía fiebre.

Comprenderán Ustedes mi desconcierto, el niño ardía y el termómetro , sin embargo, indicaba que su temperatura era normal. En ese momento me fije mejor en él, ese tremendo volumen que tenía su figura y comencé por quitarle las dos mantas en las que se había envuelto, seguí por el forro polar, los dos jerseys, uno de los dos pares de calcetines y la almohadilla de calor que rodeaba su cuello. Mejoró mucho la criatura.

Enseguida se levantó a merendar (el hambre no la pierde mi Querubín), mientras me decia: "Peroooo, llama al médicooo, me dueleeee el cueello". A estas alturas yo ya me había puesto a deshacer la maleta y pasar un poco de él, no se si se entenderá mi postura.

lunes, 9 de enero de 2012

Los Reyes Magos y la batamanta


En alguna entrada anterior les he comentado, como Querubín tiene muchas tías (incluso en alguna ocasión les he hablado de alguna de ellas), pero aún no había aludido en este blog a esta tía en concreto que hoy se merece una entrada.

La tía de Querubín escribió esta año su carta (ella es muy ordenada y responsable y la mandó puntual y correctamente). Por supuesto, sus Majestades la recibieron y no cayó en saco roto (a pesar de que las risotadas al ver que había pedido una bata-manta casi le producen una contractura a Gaspar que ya está mayor).

Por supuesto, los Reyes Magos, se pusieron inmediatamente en  marcha y , descartada por falta de tiempo la opción de compra por internet, comenzaron a llamar a los grandes centros comerciales.

Reyes Magos (o Reina Maga en este caso): ¿Tienen Ustedes bata mantas?
Telefonista de El Corte Ingles: Perdón, ¿bata que¡¡?
Reina Maga (un poco avergonzada): Nada, nada que me he confundido, que preguntaba si está Marta.

Al final, una de las llamadas fue a Primark y allí les contestaron a los Reyes: "Si, en la planta de arriba, sección hogar". Raudos cogieron el coche (que los camellos están muy bien en Oriente, pero no son nada prácticos en Bilbao) y se fueron a por la bata-manta. Allí estaba...¡¡impresionante!!. Gaspar la veía semejante a un galgo, a Melchor le recordaba más a un leopardo y a Baltasar...¡¡no le salían las palabras!!.

Mi querida cuñada ya tenía su bata-manta. La mañana de Reyes al recibirla se la vio emocionada con el regalo e incluso se la probó, pero los Reyes se han dado cuenta de lo mucho que le ha gustado cuando han recibido un mensaje con dos fotos....¡¡La tía de Querubín en el sofá leyendo un libro con la bata-manta puesta!!.

Claro, como todo se pega, Querubín y Querubincito han dicho que para sus cumpleaños van a pedir una bata-manta. ¡¡Angelitos!!

martes, 3 de enero de 2012

De cuando se crece más de lo que se va madurando. Primera parte

Tengo que comunicarles que a Querubín ya le están saliendo pelos por todas partes.Lo que empezó con unos pelillos en las axilas (dando origen a este blog), se ha convertido en una invasión del cuerpo de mi "pequeño". En estos días navideños he comenzado a notar como su cara (hasta ahora suave), comienza a rascar mostrando incipientes pelos que pronto llenarán y poblarán una......BARBA.

Todo esto hace que a mi me ocurran varias cosas:

1ª Me siento más vieja. Entiendanme, no es lo mismo llevar de la mano a dos infantes imberbes que ir acompañada por un enorme individuo que proclama ser tu hijo.

2º Tiemblo al pensar en la cantidad de días de compras que me esperan para renovar un vestuario que ya no le va a servir para nada y que pasará a engrosar el armario de su hermano pequeño.

3º Me espera una renovación en casa. Mi chiquitín se empieza a quejar de la greca de ositos, balones y soldaditos de plomo de la pared su cuarto. Esto hace que los pelos se me encrespen y me suba la tensión. Odio las obras.

4º Tengo que aguantar a un niño-hombre-adolescente-monstruo que no se entiende ni él y cuya frase favorita ha pasado a ser (mirándome a los ojos): "No te entiendo, es que no te entiendo".

Él, sin embargo, está dispuesto a pasar esta etapa de su vida sin grandes complicaciones, tumbado en el sofá y jugando a la Play y claro, cuando le hago levantarse y apagar la maquina, me mira y dice: "No te entiendo, es que no te entiendo".

Sin embargo, en el momento en el que le levantamos del sofá (hace falta que ejerzamos presión mi querida media naranja, mi ulcera y yo para lograrlo), se transforma. Aparece un niño de unos catorce años, cuya única función es meterse con su hermano (al fin y al cabo es la tarea a la que más horas ha dedicado en sus últimos diez años de vida) e intentar quitarle la nintendo.

Querubincito: "Dame la Nintendo, es mía"
Querubín: "Estoy jugando a un juego de lógica y Ama me ha dicho que es bueno para mi"
Querubincito: "Ama, ¿tú le has dejado a Querubín mi Nintendo? (todo esto gritando, por supuesto)"
Yo: "A mi no me metáis en vuestros líos"
Querubín: (gritando más que su hermano y con más potencia de voz) "Me dijiste que los juegos de lógica eran buenos y por eso le quito la Nintendo"
Yo: "Si, pero te dije que hicieses en una revista de pasatiempos, no con una máquina"
Querubincito: "Ves, DAME MI MAQUINA"
Querubín (mirándome a los ojos): "NO TE ENTIENDO, AMA, ES QUE NO TE ENTIENDO".

Creo que esto es lo que llaman desfase generacional.