Este fin de semana me ha tocado trabajar. Llegue a casa hacia las seis de la tarde del domingo y el panorama que me encontré era desalentador, Querubín estaba tumbado en el sofá tapado con dos mantas y sin apenas levantar la cabeza al oírme llegar. Su querido padre estaba en el ordenador viendo una peli.
-¿Que te pasa cariño?, pregunte yo.
- Me dueleee el cueeello y la caabeza..., me dijo Querubín en un tono apesadumbrado y arrastrando las palabras.
Al acercarme a él para darle un beso, me alarme, ya que sólo con acercarme note una ráfaga de aire caliente que me envolvía. - "Este niño tiene fiebre", dije, mientras corría hacia el baño a por un termómetro.
Le mandé ponerse el termómetro y cuando sonó, me acerque preparada para llevarme un disgusto, pero no, allí marcaba 35,6º, vamos, mi Querubín no tenía fiebre.
Comprenderán Ustedes mi desconcierto, el niño ardía y el termómetro , sin embargo, indicaba que su temperatura era normal. En ese momento me fije mejor en él, ese tremendo volumen que tenía su figura y comencé por quitarle las dos mantas en las que se había envuelto, seguí por el forro polar, los dos jerseys, uno de los dos pares de calcetines y la almohadilla de calor que rodeaba su cuello. Mejoró mucho la criatura.
Desde luego, pobre querubín, el con un ataque de frío intenso y tu despojándole de sus arropes....Yo se lo que es vivir con esas acometidas de helado ambiente, y además hay que tener en cuenta las horas en las que se produjo la situación y el tedio que sobrevolaba su realidad. Sin más, lo dejo ahí.
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