viernes, 2 de marzo de 2012

Otra vez aflora la hipocondria

Esta claro que si uno es hipocondriaco...pues eso, que lo es y mi Querubín lo es.

El otro día y dado que por la lesión del entrenador no está pudiendo hacer todo el ejercicio que a mi me interesa que haga (quemando de esta manera toda la energía que le sobra), le mande a correr. Reconozco que sólo a mi se me ocurre comentarle que salga pronto ya que cuando oscurece me da más miedo que corra por donde suele ir.

Mi niño (que casi es más cagaó que hipocondriaco) ya salió de casa con el miedo en el cuerpo. Yo, mientras tanto, cogí butaca y un buen libro para disfrutar del relax que las actividades deportivas de mis chiquillos me permiten un par de días a la semana.

Diez minutos más tarde Querubín llamó nervioso al timbre. ¡¡Ya has acabado de correr!!, le grite yo, que había visto interrumpida mi paz mucho antes de lo esperado.

Querubín: "Es que estoy muy mal, muy mal. Me duele aquí (se señalaba el pecho) y me ha estado palpitando muy rápido el corazón"
Yo: "Querubín, cariño, eso es muscular, seguro. Tranquilizate, date una ducha y te preparo una tila"
Mi niño: "Una ducha, UNA DUCHA, eso es lo que se te ocurre y yo me estoy muriendo. ¡¡No creo que pase de hoy!!"
Yo, que le conozco como si le hubiese parido, resople. " !!Encima resoplas¡¡, Querubín comenzó a llorar, ¡a mi me está dando un infarto y tú resoplas!".

Comprendanme, yo no sabía que hacer. Querubín lloraba nervioso, a mi ya no se me ocurrían argumentos para tranquilizarle y él gritaba que por favor, por favor, le llevase al médico.

Al final no pude sino ponerme los zapatos y salir de casa con un quejumbroso Querubín a mi lado, camino al médico. Al llegar al primer cruce me dijo: "Es que además, yo iba preocupado por lo que me habías dicho -que me daba miedo que estuviese por aquella zona al oscurecer- , y de repente me han agarrado la pierna, y yo llevaba los cascos puestos y me he asustado mucho...  y al final era un perro".

Agarré a Querubín, di la vuelta hacia casa y tras convencerle de que todo corazón normal late más rápido al recibir un susto, pareció quedarse más tranquilo.

Ayer fuimos a la Biblioteca y se empeño en coger un libro sobre la predicción maya de que el 22 de diciembre se acaba el mundo...¡¡menudo año nos espera!!.

1 comentario:

  1. Nuestro caso es exactamente el contrario.

    El curso pasado, celebró el primer día de clase rompiéndose una pierna jugando al baloncesto: tres meses con la pata chula, escayolada desde la cadera al tobillo.

    ¿Hipocondria?
    Pues no mucha, la verdad.

    A los diez días ya iba todas partes en silla de ruedas, tomándose la cosa con una deportividad y una paciencia -ahora que no me oye- admirables.

    Además, durante tres meses la casa estuvo de lo más ordenada, y podías dejar un paquete de galletas en la mesa de la cocina, y cuando volvías SEGUÍA ALLÍ ENTERITO.

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