Algunos de Ustedes (probablemente aquellas personas que no tengan hijos o hijas adolescentes), pensarán que este blog es una venganza más que suficiente por todas aquellas pequeñas cosas que en el día a día me hace mi querido hijo. Ciertamente podría serlo, pero el destino me brindó este verano una oportunidad unica para desquitarme.
Querubín llevaba meses insistiendo para que le dejasemos quitarse los pelos de las piernas (realmente el chiquillo ha salido peludo) y le deciamos que no (somos así, con ganas de fastidiar). El quería afeitarse las piernas y tanto su querido padre como una servidora le decíamos que así sólo iba a conseguir tener aún más pelo.
El sábado vimos que Querubín tenía una sospechosísima calva en una de sus piernas. Al interrogarle confesó que había usado un poquito de mi cera y que no entendía de que me quejaba yo al depilarme ya que no duele. Comprenderán (sobre todo las sufridas feminas que lean este blog y que pasen habitualmente por el trance de la depilación, que aquella frase me enervó y me hizo decir lo que dije:"No te preocupes, corazón, si quieres depilarte con cera, yo te depilo").
Bandas de cera en ristre nos pusimos en marcha. Debo reconocer que los primeros tirones los aguantó mejor de lo que yo esperaba, pero el color de su cara iba cambiando según yo pegaba la banda de cera y me preparaba para el siguiente tirón. Cual sádica madre psicopata me reía al verle dar grititos y decirme que tan fuerte no. Querubincito estaba a mi lado (creo que encantado de la vida de ver a su hermano en semejante trance) y me pasaba con deleite las tiras enceradas.
Ahora Querubín tiene las piernas como el culito de un bebe y no sé porqué, me temo que se lo pensará dos veces antes de volver a pasar por la depilación.
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