Tras quejarse ardientemente de que escriba sobre él en este blog, el fin de semana se dedicó mi Querubín a restregarle a su hermano que le quiero más a él ya que escribo cosas de él y no de Querubincito.
Ante esto he decidido pasar de su opinión y continuar comentando con Ustedes las anécdotas de mi nene (creo que al fin y al cabo le gusta que comente sobre él).
Cuando empezó el curso, su querido padre -y también profesor de secundaria- le advirtió que en 4º de la ESO no sirve con estudiar el ultimo día (la verdad es que es una advertencia que va pasando de padres a hijos generación tras generación). Por supuesto, Querubín no hizo ni el más mínimo caso y se encontró el último día con un tema de historia que tenía más páginas de las que él recordaba haber visto en clase. Si unimos la cantidad con el apasionante tema del medievo (desde el punto de vista de un adolescente de 15 años), se le atascaron todas las neuronas y sólo sabía decir que había clases sociales muy diferentes y que el que nacía pobre, pobre se quedaba (entonces no había opción de hacerse rico por internet).
Allí estuvimos acompañando a Querubín mientras hacia resúmenes, esquemas y más resúmenes del temita, mientras él nos juraba y perjuraba que no teníamos ni idea de lo duro que era estudiar aquello (y que me lo diga a mi que al fin y al cabo estudie periodismo -y todo el mundo sabe que periodismo lo aprobábamos en la cafetería-, tiene un pase, pero que le diga a su padre -licenciado en historia- que no tiene ni idea de lo que cuesta estudiar el medievo... a veces no piensa mi superdotado). La noche acabó con Querubín agotado y enfadado y el ambiente familiar un poco saturado.
Aún no sabemos la nota de este examen (según él lo hizo de maravilla y le preguntaron todo lo que se sabia -lo cual me deja cierta amargura pensando que había cosas que no se sabía-), pero prometo mantenerles informados.
Lo mejor de todo fue cuando yo le pregunté si historia la estudia en euskera o en castellano y mi chiquitin me dijo (tras dos meses de clase) que no sabia. Con mi ulcera desbordada y el tono de voz un poco alterado, le pregunté: ¿como puede ser que no sepas en que idioma estas estudiando una asignatura? y él, calmadamente me contestó: Amatxu, ¿Tu crees que me fijo en esas cosas?.
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