La diferencia generacional siempre ha sido importante, pero yo no recuerdo haber sido tan sumamente pesada con este tema como ahora lo son los y las adolescentes con nuestra generación.
El otro día fui a ver Eurovisión a casa de una familia amiga nuestra (si, Eurovisión, y además armadas de galletas, frutos secos, vinito y hasta cava). Allí nos juntamos seis personas adultas dos adolescentes (chica y chico) y mi querubincito (me refiero al hermano pequeño de querubín).
Querubín no estuvo -el es más de futbol y se fue a casa con su amado padre a ver una pelicula tan sangrienta que su progenitor le mandó a la cama al primer muerto-. Lo digo por si le echáis de menos en esta entrada.
La adolescente dió poco la lata, principalmente porque el noventa por ciento de los cantantes este año eran chicos guapos, con lo cual cayó en un extasis de boca abierta y suspiros durante todo el festival.
El adolescente fue otro cantar. Cada vez que alguna de las presentes decíamos que algo era de nuestra época, él decía: "¿De la prehistoria, no?". Si hablabamos de Abba él los situaba en el pleistoceno, si nombrabamos a Massiel en la Edad Media, si tocabamos el tema de nuestra juventud él nos decía que eramos contemporaneas de Carmen Sevilla.
En general nos daba igual y pasabamos de él (que es lo que ocurre cuando el adolescente que en ese momento ha decidido ser pesado no es el tuyo. Te da igual y hasta te alegra...¡¡son todos iguales, querubín no es una excepción!!), pero a su madre le estaba saliendo humo por la cabeza.
Yo recordé aquel bonito momento en nuestra mesa de la cocina. Estabamos Querubín, querubincito, Media naranja, mi úlcera y yo.
Querubín le preguntó a su amado padre: "¿Tú en que año naciste?"
- "En el 67", contestó su progenitor.
- "Ya, ya, dijo Querubín, ¿pero de que siglo?".
Definitivamente las diferencias generacionales son complicadas.
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