lunes, 29 de octubre de 2012

Las mañanas como madre de Querubín

Cuando eres madre de un adolescente, cuesta encontrar un minuto del día que no esté invadido por él. Los adolescentes son como los malos olores, te persiguen y se meten dentro de ti todo el tiempo.
 
Te levantas de la cama y aunque él este profundamente dormido notas su presencia en forma de toalla y calzoncillos sucios tirados en el suelo del baño. Continuas tu recorrido matinal y en la cocina están los restos de su cena y en la mesa del desayuno las migas que él te dejó.
 
Crees que te libras de él hasta el mediodía, pero no, te llega a tu correo electrónico durante esas deseadas horas de trabajo, un mensaje comunicandote que Querubín no ha hecho un trabajo, ha olvidado el libro obligatorio o no ha llevado una autorización. Contestas a la tutora con un breve pero clarificador mensaje: " La usuaria de este correo electrónico no ejerce sus funciones de madre de ocho de la mañana a tres de la tarde. Se agradecería manden un mensaje al padre de la criatura. Gracias".
 
Pero la plenitud adolescente llega al mediodía. Sus timbrazos al portero automático (¡¡para que llevar llaves si me abre mi madre!!), sus divertidos golpes en la puerta de casa, su entrada triunfal con un ¿que hay para comer? en la boca, sus besos hace un par de años olvidados, su hambre devoradora de segundos platos (si no hay pescado) y de primeros si son macarrones o arroz, su chaqueta y zapatos arrojados al suelo de su cuarto desde la puerta, su visita al Sr. Roca entre el segundo plato y el postre y por fin...su salto al sofá tras la comida.

Mi ulcera siempre me dice que exagero, pero yo creo que es porque Querubín la dota de vida propia.

martes, 23 de octubre de 2012

Paso de Querubín

Tras quejarse ardientemente de que escriba sobre él en este blog, el fin de semana se dedicó mi Querubín a restregarle a su hermano que le quiero más a él ya que escribo cosas de él y no de Querubincito.
 
Ante esto he decidido pasar de su opinión y continuar comentando con Ustedes las anécdotas de mi nene (creo que al fin y al cabo le gusta que comente sobre él).
 
Cuando empezó el curso, su querido padre -y también profesor de secundaria- le advirtió que en 4º de la ESO no sirve con estudiar el ultimo día (la verdad es que es una advertencia que va pasando de padres a hijos generación tras generación). Por supuesto, Querubín no hizo ni el más mínimo caso y se encontró el último día con un tema de historia que tenía más páginas de las que él recordaba haber visto en clase. Si unimos la cantidad con el apasionante tema del medievo (desde el punto de vista de un adolescente de 15 años), se le atascaron todas las neuronas y sólo sabía decir que había clases sociales muy diferentes y que el que nacía pobre,  pobre se quedaba (entonces no había opción de hacerse rico por internet).
 
Allí estuvimos acompañando a Querubín mientras hacia resúmenes, esquemas y más resúmenes del temita, mientras él nos juraba y perjuraba que no teníamos ni idea de lo duro que era estudiar aquello (y que me lo diga a mi que al fin y al cabo estudie periodismo -y todo el mundo sabe que periodismo lo aprobábamos en la cafetería-, tiene un pase, pero que le diga a su padre -licenciado en historia- que no tiene ni idea de lo que cuesta estudiar el medievo... a veces no piensa mi superdotado). La noche acabó con Querubín agotado y enfadado y el ambiente familiar un poco saturado.
 
Aún no sabemos la nota de este examen (según él lo hizo de maravilla y le preguntaron todo lo que se sabia -lo cual me deja cierta amargura pensando que había cosas que no se sabía-), pero prometo mantenerles informados.
 
Lo mejor de todo fue cuando yo le pregunté si historia la estudia en euskera o en castellano y mi chiquitin me dijo (tras dos meses de clase) que no sabia. Con mi ulcera desbordada y el tono de voz un poco alterado, le pregunté: ¿como puede ser que no sepas en que idioma estas estudiando una asignatura? y él, calmadamente me contestó: Amatxu, ¿Tu crees que me fijo en esas cosas?.

viernes, 19 de octubre de 2012

Mi casa

Durante la semana trabajamos fuera de casa (me refiero a mi media naranja y a mi), Querubín y Querubincito van al cole, pero trabajar, trabajar... y luego estamos metidos en trescienta cincuenta mil historias (sobre todo yo). Estas mogollón de historias, implican tropecientas reuniones y miles de encuentros, jornadas, acciones de calle, etc..., lo que hace que pase poco tiempo en mi humilde morada y el que paso lo dedico a que mis queridos infantes estudien y no maten el tiempo.
 
Como conclusión a todo esto, les podría comentar que mi casa, entre semana, es una autentica pocilga en la que la ropa se va acumulando en perchas, percheros (en el caso de las dos personas de más edad) y en el suelo en los cuartos de mis angelitos. Los baños sufren, por las mañanas -no todas, solo las que me despierto menos dormida, la limpieza más rápida de la historia : mientras me lavo los dientes con una mano, limpio la taza del baño con una toallita humeda (ese invento maravilloso y poco alabado) con la otra mano, recogo las toallas con un pie y con el otro voy aprovechando a barrer el suelo.
 
Al llegar al mediodia recojo los restos del desayuno y a la vez voy poniendo la mesa para la comida, mientras aparto la ropa que mi señor esposo ha dejado en las sillas de la cocina tras descolgarla a todo correr por la mañana tempranito (el proceso de lavar la ropa en nuestro hogar es siempre inagotable, ya que Querubín usa uniforme para el cole, ropa de deporte para gimnasia, otra ropa de deporte para baloncesto y al cambiarse...¡¡¡como va él a ponerse de nuevo el uniforme!!!, se pone otra ropita, ¡¡Cielo mio, no iba a hablar más de ti, pero se me ha escapado!!).
 
Muchos días salgo de trabajar a las dos y sé que a las dos y veinte van a llegar Querubín y su padre a comer. Voy a todo correr pensando que aún tengo que pasar por el super y comprar algo de comida rápida (ya que el día anterior no preparé nada), cojo a toda leche un par de botes de verdura ya cocida y una bandeja de lomo y subo a casa sin aire. Al entrar veo la lucecilla de la olla eléctrica que me indica que mi esfuerzo ha sido en balde y mi media naranja había puesto unas lentejas. Falta mucha comunicación en nuestra pareja.
 
Así que los sábados son ese maravilloso día en el que trapo en mano y escoba en ristre, me convierto en cenicienta mientras los niños, acompañados por su progenitor, se dedican a escribir gloriosas páginas en la historia del baloncesto escolar (siguiendo el ejemplo de su padre en el campo del balonmano). La casa parece otra tras tres o cuatro horas de limpieza a fondo y la nevera asemeja un oasis tras la pertinente visita al super.
 
Mis Querubines tienen todo un día por delante para volver a convertir una casa tipo hospital en un hogar-pocilga en el que se encuentran a sus anchas.
 
Por cierto, los viernes a la tarde-noche, no aceptamos visitas. Los sábados a la tarde SI.

martes, 16 de octubre de 2012

Ultimátum

Querubín me ha dado un ultimátum, o dejo de publicar cosas sobre él o no me vuelve a hablar.
 
La verdad es que me lo he estado pensando largo y tendido, por una parte el que no me vuelva a hablar tiene sus ventajas (no volverá a pedirme dinero, no me chillará más, no tendré que escuchar sus negativas, no tendré que sufrir sus alegatos a favor de las salidas nocturnas, nunca volveré a oír que las lentejas son incomibles y el pescado asqueroso...), pero también tiene sus inconvenientes (.....), seguro que tiene sus inconvenientes.
 
Lo cierto es que mi conciencia materna me impide continuar este blog hablando de mi Querubín. Esto me va a suponer varias cosas:
 
- Voy a tener que pagar tratamiento para poder desahogarme contando las peripecias de mi adolescente.
- Tendré que cambiar el blog y hablar de otras cosas si quiero mantenerlo
- Mi ulcera sufrirá mucho
 
Ante todo esto, queridos lectores y lectoras, me gustaría contar con su opinión (estimada opinión, por otra parte) y saber que prefieren que haga con estas humildes páginas:
 
1.- Continuar escribiendo sobre la adolescencia en general y algún/a adolescente en particular, sin recurrir a ejemplos concretos y dejando claro que cualquier parecido del adolescente del que se relata y mi Querubín es mera coincidencia.
 
2.- Pasar a comentar sobre Querubincito (que ya está en la pre-adolescencia) y esperar que este sea menos hábil que su hermano y se entere más tarde.
 
3.- Dejar la adolescencia a un lado y desahogarme contándoos mi día a día.
 
4.- Hacer un bonito blog de escritura creativa-repostería y salud (por ejemplo).
 
Esperando su colaboración (en este momento de duros cambios), se despide por el momento,
 
Madre de un adolescente.