martes, 15 de noviembre de 2011

Gimnasia

En estos días previos a los excesos navideños y posteriores a los excesos veraniegos, he decidido ponerme por quingentésima vez a dieta (yo no llevo la cuenta pero mi ulcera si). El otro día leí que los kilos cuesta más bajarlos a partir de los cuarenta y debe ser cierto por que en las últimas 5 dietas me ha costado más bajar y menos recuperarlos, así que he decidido romper con mi faceta de vaga (construida durante muchos años y mantenida contra viento y marea) y hacer deporte.

Apuntarme a un gimnasio era una opción, pero tengan Ustedes en cuenta que como mujer trabajadora por cuenta ajena y madre de Querubín y Querubincito a tiempo completo, lo único que haría es aumentar las estadísticas de la gente que se matricula en un gimnasio y luego no va (y a mi lo de ser el 0,03% de algo no me gusta), así que decidí comprarme el wii sport resort active fit (o algo así) y además el wii yoga (para mi ulcera) y ponerme a ello.

El estreno fue el domingo y causo gran expectación. Mi media naranja no vino a verme porque los capítulos de Navy investigación criminal le tenían abducido frente al ordenador, pero mis querubines se tumbaron en la cama a ver como movía el esqueleto.

La wii es como una especie de bascula con voz y mala leche. Te manda elegir una muñequita monisima y delgadisima a la que le pone tu nombre y luego te pesa. Según va leyendo tu peso e Índice de Masa Corporal va engordando a la muñeca hasta que te ves reflejada en un personaje rechoncho y entonces te dice con voz gutural: "te aconsejo que tu meta sea adelgazar". No te fastidia, si mi meta no fuera adelgazar aquí iba a estar aguantandote, le contesto un pelín molesta. Mis angelitos se ríen desde la cama.

Comienzo con el hula hop que me recuerda a mi niñez. Mover la cadera no tiene problemas, pero coger los aros que te lanzan (todo muy virtual, eso si), tiene su aqué y acabas sobre la tabla de la wii con un píe levantado, girando la cadera e inclinada hacia la izquierda. A mis querubines se les caen las lágrimas.

Seguido y tras oír a la maquina decirme que soy una principiante y que tengo que mover más la cadera, decido ir a correr un rato. Al menos no me lanzarán cosas, pienso. La wii me pide que siga a la muñeca-monitora y que no la adelante, pero mis hijos me ruegan una y otra vez que la adelante a ver que pasa. Me niego. Insisten. Les digo que no entre jadeos. Me lo suplican. Accedo y adelanto la monitora, la wii se enfada y me dice que ahora siga a un perro. Agacho la cabeza y sigo corriendo. Querubín me dice que he corrido muy despacio. Le miro mal.

Ya sudando pero con la adrenalina a tope decido seguir con el kunfu rítmico. Tengo que hacer lo mismo que unos muñecos vestidos de karatekas con grandes bigotes. Si me equivoco en los movimientos me tiran un jarrón a la cabeza (bueno a mi muñeca, pero ya estoy muy identificada con ella). Mis criaturas me gritan: "hazlo mal, porfi, hazlo mal". Mi ulcera se está enfadando con ellos y tiene ganas de tirarles los mandos a la cabeza, la contengo mientras intento seguir el ritmo. Me equivoco, me cae el jarrón y mis niños se ríen (los vecinos de los barrios cercanos también les oyeron reírse).

Decido dejar de hacer ejercicio hasta llamar al cerrajero y poner candado de seguridad en la puerta de mi habitación. Querubín se queja: "Jo, ahora que iba a coger la cámara y grabarte para poner en You Tube a la mama bailona" . Le miré, sonreí y pensé: Ríe, ríe pero por ahora el que sale en internet eres tú, Querubín.

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