martes, 17 de mayo de 2011

EL ORDENADOR

A Querubín le gusta mucho el ordenador, mucho. A la mayoría de los adolescentes amigos de mi niño les gusta estar en Tuenty, en facebook y otras redes sociales, pero a mi ángel no. Puede ser que entre de vez en cuando al tuenty pero lo de estar  virtualmente con otra gente y escribir no le va. Él es más de juegos.
Antes en casa teníamos instalado el office, el anti-virus y poco más. Ahora tenemos (haré una lista para que sea más visual):
* Fifa 2008
* Fifa 2009
* Fifa 2010
* Fifa 2011
* Basket 2008
* Basket 2009
* Basket 2010
* Basket 2011
* Pilot 99, etc...
* Formula1 (varias versiones)
* Etc, etc...
Una tarde yo había llegado tranquilamente a casa y de repente vi como la mesa donde está el ordenador se hundía por el peso de los programas instalados y decidí revisar aquello. Además de la lista que antes he mostrado me encontré con que cada uno de los programitas habían decidido instalar a todos sus amigos, con lo cual el Pilot 99 (por poner un ejemplo), había decidido (con ayuda de mi querubín) instalar también una nueva barra de babylon (creo que era algo así), un antivirus nuevo (con lo cual reaccionaba con el que ya teníamos y había una pelea en el aparato que imaginense ustedes) y tres megatonos nuevos.
Mi ulcera (que es muy sensible) comenzó a inquietarse y yo comencé a borrar programas. Parecía fácil, pero no, no lo era. Había cosas que permanecían imborrables, otras daban señales de alarma, de alerta, de cuidado, de peligro. Programas que desinstalaban otros, aplicaciones que se abrían y todo ello aderezado con un sonido de bostezo que mi querubín había colocado para que sonase al abrir una aplicación.
Les pido un esfuerzo imaginativo para hacerse una idea. Ocho ventanas abiertas, unas diciendome que si estaba segura de querer borrar aquello, otras avisándome del peligro de borrarlo, algunas proponiéndome que jugase en el casino (una de ellas me decía que había ganado 100.000 euros por ser la visitante un millón -pero no participe por no saber si la ganadora era yo o mi ulcera-).
A esas alturas me levanté a por chocolate y me comí el equivalente a una buena cosecha en Ecuador para relajar mis nervios.
Acabó la tarde bastante bien. Conseguí borrar 18 juegos, tres barras de sitios sugeridos y complementos, un anti-virus y 56 anuncios (algunos de juegos, otros de sexy-poker y alguno de citybank). También borré en un sinquerer el office y todos mis archivos desde 2008, pero mereció la pena.
Ahora nuestro ordenador se distingue facilmente al entrar en casa, lo rodea una valla electrificada con acceso codificado y alarma. Querubín está enfadado, ángel mío.

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