miércoles, 11 de mayo de 2011

INSTINTO MATERNAL

El instinto maternal, estoy segura, no existe. Lo que existe es un complot mundial para que se tengan criaturas que permitan que la humanidad continué su existencia.

En el mismo momento en que dos personas (en este caso hombre y mujer) comienzan a convivir y compartir cama, un noventa por ciento de las mujeres mayores de cincuenta años empiezan con la preguntita: "¿Y los niños, cuando?". Callas y sonríes.

Pasados unos meses la pregunta te la hacen por la calle, en el supermercado, en el ambulatorio y lo peor de todo...en la familia. No hay reunión familiar (tipo boda, bautizo, comunión o incluso funeral) en la que todas las abuelas, tías y demás no te pregunten por la posibilidad de una futura descendencia. Callas y sonríes.

Al año ya es la familia más próxima la que comienza a mirarte la tripa, si la tripa, ya nunca te miran a la cara. Si un día no bebes vino en la comida se miran, se sonríen y miran tu tripa. Si dejas de fumar se miran, se sonríen y miran tu tripa. Si tienes la tripa hinchada se miran, se sonríen y miran tu tripa. A veces preguntan: "¿No estarás embarazada?" y te entran ganas de contestar: "No, estreñida".

Al final y por persistencia que no por instinto, te quedas embarazada y entonces comienzan las grandes felicitaciones. ¡¡¡Que bien!!!, ¡¡¡Ya verás que bonito!!!, el parto no te enteras, el embarazo precioso, etc...

Yo empecé con nauseas matinales, vomitos, clases pre-parto, gimnasia pre-parto, ropa horrible pre-parto, tripa en aumento y la verdad, no veía por ninguna parte lo bonito del embarazo y pensaba..."lo bonito viene luego".

Llegó el parto: cesárea. Tampoco fue muy bonito. Mi querubín (que en aquel entonces era una tierna cosita de 2 kilos) fue realmente lo mejor de aquella historia...hasta que empezó a llorar y reclamar alimento cada tres horas.

Todas aquellas mujeres que unos pocos meses antes me decían lo bonito de los primeros meses, la ternura que inspiraban los bebes, la bondad de ese nacimiento, ahora transformadas me decían como rabiosas: "ya veras, ya estos primeros meses, preparate para las ojeras, cuidado con las mastitis, ojo con las infecciones de los puntos". Todo, se lo habían callado todo hasta que me atraparon.

Unos meses después comenzaron a decir: "ahora viene lo peor, cuando empiece a caminar. Te va a destrozar la espalda".

Cuando mi ángel comenzó a andar y ciertamente a destrozarme la espalda vi como venían todas ellas en tropel a decirme con los ojos brillantes y rabia en las entrañas: "enseguida comenzarán las rabietas y eso si que acabará con tus nervios". No llegaron. Mi querubín no tuvo rabietas y yo me reía por lo bajo mirándolas como sufrían al no ver cumplidas sus terribles expectativas, pero cambiamos rabietas por asma infantil y volvieron: " Hasta los tres años no vas a salir de la consulta de pediatría". Se me saltaban las lágrimas.

Pasaron esos pronosticados tres años y realmente abandonamos las consultas pedíatricas. De lejos las vi venir armadas con sus feroces lenguas: "Ahora te lo quieres comer y cuando crezca lamentarás no habértelo comido". Esa era su frase, su lema, su consigna. Siempre donde mi, nunca donde mi media naranja.

Y creció y lamentamos no habérnoslo comido (su querido padre también suspira por haberle hincado el diente en su momento).

Ahora sólo me queda esperar. Sé que en algún momento cuando llegue a la cincuentena recibiré una carta ultra-secreta en la que se me explicará como participar en este complot para la expansión de la natalidad.

2 comentarios:

  1. Buenisimo el blog no,,,lo siguienteeee!!! Yo aun no tengo adolescente, el mio tan solo tiene 3 añitos, pero mas de una cosa que dices creo que me tocara vivir,jajjajaj

    Tomo nota!!! Gracias por hacerme pasar este buen rato!!!

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  2. Gracias Yolanda y no te preocupes, cuando sea adolescente escribes un blog y te desahogas, je,je,je.

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